jueves, 25 de junio de 2015

La importancia del 'terroir'



Lo increíble de un vino es que es único, no hay dos vinos idénticos. El ADN de un vino se representa en un viñedo, en sus uvas, la variedad, el día de la vendimia, las condiciones climatológicas para llegar a ella y la persona que lo elabora.… Todos estos factores expresan el ‘terroir’, la identidad y el ADN de un vino.

No hay dos vinos iguales, no hay vinos mejores ni peores. Cada vino expresa el mimo con que se trató en el campo y en la bodega. El consumidor será el que defina cuál es el que más le gusta. Las bodegas elaboran vinos que les representen en un sector que esté atraído por su estilo. ¿Qué magia tendría el vino si todos fueran iguales?

Podemos elaborar vino con la misma uva en zonas distintas o con uvas distintas en la misma zona. Todo esto marcará el ADN de un vino, pero seremos los consumidores los que elegiremos si nos gusta un estilo determinado u otro.

El ‘terroir’ marca el ADN de un vino. Se refiere a las características del lugar donde se planta la vid, tales como la estructura o el tipo de suelo, sus características, el drenaje de agua que tenga el terreno o su orientación  y altitud. Cuando abrimos un vino, sus aromas, sus colores, sus sabores… nos transportan a un lugar concreto, con una tierra y un clima particular que lo hacen especial. Es ese viaje de sensaciones lo que influye en nuestros sentidos.

Los vinos nos recuerdan a cosas, a momentos que hemos vivido y a momentos que guardamos pero que no estamos permanentemente recordando y afloran cuando lo bebemos. Son esas sensaciones que hemos grabado en nuestro cerebro y de repente vuelven a surgir. Un vino es magia para nuestros sentidos.

En Altos del Enebro buscamos que nuestra forma de trabajar el viñedo haga surgir esa magia con cada botella descorchada. Nuestros vinos son la interpretación verdadera de cada terruño, de aquello que aporta la naturaleza y de nuestra propia interpretación.



jueves, 18 de junio de 2015

De aquellas flores, estos vinos…



Durante el mes de mayo hemos observado grandes cambios en la viña y un gran crecimiento de los pámpanos de la vid. A primeros de mes apenas habían brotado las yemas, y a día de hoy ya se pueden observar las primeras flores, precedidas del desprendimiento del capuchón floral. Este proceso que se conoce como floración, hace una semana que ha comenzado en nuestros viñedos.

Durante este proceso, que sólo dura quince días, observaremos el cuajado del fruto correspondiente a la fecundación del óvulo y consiguiente transformación del ovario en fruto. Dicho cuajado determina el número de bayas (futuras uvas) y durante las siguientes seis semanas, periodo que se conoce como crecimiento de la baya, quedará determinado el tamaño potencial de cada una de ellas y con ello la cuantía final de producción.

Durante este periodo, el control de las distintas variables, en especial la humedad, determinará también la calidad de la cosecha. El tiempo se convierte en un factor decisivo para el crecimiento de la flor, por lo que ahora, lo que más tememos son las lluvias, ya que en este momento la vid prefiere un cálido sol. El clima nublado, frío y húmedo puede provocar problemas en el desarrollo floral y reducir la producción de frutos.

La calidad depende en gran medida del tamaño individual de cada baya, ya que la inmensa mayoría de moléculas que aportarán a los futuros vinos aroma, estructura y color, se encuentran concentradas en el hollejo de la uva, y por tanto la proporción de hollejo frente a pulpa es sumamente importante para definir el vino resultante.

Por todo ello, el cultivo de la vid desde la brotación implica un gran número de operaciones que tenemos que llevar a cabo para lograr el equilibrio del que resultará una magnífica materia prima para nuestros futuros vinos. Las primeras operaciones de eliminación de malas hierbas así como la eliminación de rebrotes y poda en verde, ya se han llevado a cabo en nuestros viñedos y a partir de este momento, el control del estrés hídrico de la planta es fundamental para el perfecto desarrollo de la misma, así como para obtener uvas de gran calidad.

A finales de agosto, tendrá lugar el envero, cuyo nombre designa una serie de cambios fisiológicos muy visibles, pues la baya pasa de color verde a color morado oscuro y da comienzo a lo que se conoce como maduración con acumulación de azúcares, desarrollo de los aromas, adquisición del color y consumo de ácidos.

martes, 9 de junio de 2015

Cuando trabajar en la viña también es pasión



Desde su infancia, a Rodrigo le atrajo el mundo del vino. Algunos de los mejores recuerdos de su infancia fueron junto a una parra que su abuelo tenía  en la salida de su casa en el pueblo paterno. Esa parra destinada a protegerles de los potentes rayos solares del verano hacía sus sobremesas más agradables y frescas.

Rodrigo es un gran enamorado de los terruños de la Ribera del Duero. Desde siempre le rondaba por la cabeza el sueño de trabajar sus propios viñedos y algún día llegar a elaborar su propio vino.

Tras varios años de experiencia trabajando como enólogo en otras bodegas, tanto en España como en otros países, se independizó para poder trabajar los viñedos que había ido seleccionando cuidadosamente y adquiriendo durante ese tiempo y así realizar su sueño, elaborar su propio vino.

Su pasión por la viña se refleja en el perfeccionismo con el que la trabaja, aquí es donde reside la base de su éxito; el vino nace en las viñas y sin unas grandes viñas, bien expuestas y con rendimientos equilibrados, no se puede hacer un gran vino. En este sentido, debido a su respeto por la naturaleza, evita al máximo el uso de productos químicos, utilizando sólo productos orgánicos.

Los terrenos de Altos del Enebro son atípicos al resto, bajos en caliza y ricos en sílice, lo cual potencia la presencia mineral en el vino. La característica principal que encontramos en nuestros vinos es la interpretación verdadera de cada terruño, de aquello que aporta la naturaleza; cada vino recuerda al terreno del que procede, cada uno tiene su personalidad, pero siempre presidida por el estilo que Rodrigo le imprime… sin su defensa de la viña y el respeto al terruño, el trabajo en la bodega no sería tan fácil.

Cuando seleccionas al máximo todo tu potencial en el campo, cuando exprimes todo tu saber hacer añada tras añada, cuando tu trabajo es tu pasión, el resultado es tu propia identidad. Tus vinos sabrán a ti y serán parte de ti”.

Rodrigo González.