En los próximos días vemos como las uvas, una a una, pasan
del verde al color característico en la maduración. Es lo que conocemos como
envero, la época de máximo crecimiento vegetativo, cuando la viña se convierte
en un mar verde y se encuentra en pleno esplendor.
Con la viña enverando, aunque con aspecto excelente, nos encontramos en unos
de los días más críticos. Las reservas de agua acumuladas durante el invierno,
unido a las altas temperaturas desde prácticamente la brotación y las lluvias
de los últimos días pueden significar un adelanto de la vendimia.
La mayoría de las denominaciones de origen de Castilla y
León prevén una vendimia adelantada si las condiciones meteorológicas no
cambian radicalmente. De momento, En Altos del Enebro el calor registrado en el
mes de julio no está provocando daños en las viñas y el estado sanitario del
fruto es excelente, ya que no se ha visto afectado por plagas ni enfermedades.
No obstante, mejor no aventurar, son los días a partir del envero los que
definen verdaderamente la fecha de vendimia, cantidad y calidad de la cosecha.
De aquí a entonces, es deseable, para que la maduración enológica llegue a
feliz término, que el sol caliente como corresponde al verano, alguna lluvia
refresque (y no más) la vegetación y que las temperaturas nocturnas nos
permitan dormir plácidamente, señal que el salto térmico entre el día y la
noche está dentro de lo habitual.
Durante estos días debemos revisar las cepas una por una, ya
que en las viñas muy cargadas un aclareo de racimos que, aparte de facilitar la
maduración de los que queden, reducirá los riesgos de enfermedades
criptogámicas si vienen mal dadas. Incidiendo de nuevo en la prevención, ahora hay que tener un cuidado especial con
la polilla del racimo, insecto que hace la puesta sobre las uvas y propicia la
podredumbre desde dentro del racimo.
Hay que tener presente que las heridas provocadas por plagas, enfermedades o
granizo, la compacidad del racimo, altos rendimientos, vegetación muy espesa,
fuerte vigor, hollejo reblandecido, etc. son parámetros que hacen peligrar una
maduración en condiciones satisfactorias.
Toca pues hacer una vigilancia permanente del viñedo y una actuación rápida
cuando las circunstancias lo precisen. En este sentido, lejos de relajarnos e
irnos de vacaciones durante el mes de agosto, debemos permanecer en nuestro
puesto atentos a la meteorología y a esos riesgos o escenarios anómalos, que
cada campaña son distintos, y que pueden dar al traste con el esfuerzo de todo
un año.