lunes, 27 de julio de 2015

Características del vino joven, crianza, reserva y gran reserva



En nuestro post anterior, hablábamos acerca de la importancia de las barricas de roble en la elaboración del vino. Pues bien, en este post profundizaremos más en la clasificación de los vinos según su crianza en madera. Los vinos se dividen en jóvenes, que son los que se embotellan después de la fermentación alcohólica, y los vinos con crianza, que son los que pasan un tiempo en barricas de roble. Tanto los jóvenes como los vinos con crianza pueden ser blancos, rosados y tintos, aunque es más normal que los de crianza sean los tintos.

El tiempo de permanencia de un vino tanto en barrica como en botella, determina que sea Crianza, Reserva o Gran Reserva. El tiempo establecido puede variar según los Consejos Reguladores de las diferentes Denominaciones de Origen.

Como ya dijimos, la crianza en barrica aportará sabores y aromas al vino, según el tipo de roble (normalmente francés y americano), según el nivel de tostado que se le haya dado a la madera y según la edad de la barrica. En ellas se sucederán una serie de procesos físico–químicos que irán "envejeciendo" el vino, estabilizando su color y enriqueciendo sus aromas.


Según el tiempo de envejecimiento en barrica y posteriormente en botella, los vinos tintos se pueden clasificar en jóvenes, semi-crianza, crianza, reserva y gran reserva:

Joven o del año: También conocido como vino cosechero, no ha pasado ningún tiempo en la barrica o no el suficiente para ser considerado “crianza”. Se comercializa en su primer o segundo año de vida, no es necesario almacenarlo mucho tiempo y, en general, se caracteriza por mantener sus propiedades durante unos dos años como máximo.

Semi-crianza o Roble: Es el vino que ha pasado un periodo en barrica, pero sin llegar a los periodos de crianza de los distintos consejos reguladores.

Crianza: Se comercializa en su segundo año de vida, después de pasar al menos un año en barrica en el caso de los tintos. El resto del tiempo envejece en botella antes de ser etiquetado.

Reserva: El vino “Reserva” ha sido sometido al menos a tres años completos de envejecimiento, aunque el periodo mínimo de permanencia en barrica coincide con el de crianza: un año.

Gran reserva: A esta categoría solo llegan las cosechas excepcionales, se caracteriza porque para su elaboración es necesaria uva de gran calidad. Se suelen etiquetar después de permanecer como mínimo dos años en barrica y tres en botella. Es decir, el vino gran reserva necesita envejecer al menos cinco años.

Cada vez más bodegas renuncian a etiquetar los vinos como crianzas o reservas porque dan prioridad a los tiempos que necesita el vino y no a los tiempos que marcan las leyes. Por eso están surgiendo la denominación de Vino de Autor o Vendimia Seleccionada. Son denominaciones que sin estar amparadas por ningún reglamento intentan resaltar la selección del bodeguero en esos vinos. Pueden ser de más o menos barrica, pero intentan reflejan la identidad del bodeguero.

jueves, 16 de julio de 2015

Las barricas de roble en la elaboración del vino



Lo primero que debemos saber, es que la barrica influye en la evolución de la crianza del vino y le aporta unas modificaciones clave. ¿Por qué se utiliza la madera de roble y no otra? En primer lugar lo que hace una barrica es controlar la microoxigenación gracias al oxígeno que se filtra a través de los poros de ésta madera, la cual actúa como un agente suavizante sobre los taninos del vino. Las barricas aportan sabores y aromas que enriquecen los vinos, los cuales no se podrían obtener sin el contacto con la madera.

La relación que vincula a los buenos vinos con el roble proviene de mucho tiempo atrás, ya que las barricas de roble se han utilizado en la elaboración del vino desde hace muchos siglos y, en general, la mayoría de los vinos finos son añejados en este tipo de toneles.


El vino puede ser conservado en varios tipos de contenedores que lo condicionarán en el futuro. Los recipientes pueden ser, por ejemplo, más neutrales como tanques de acero inoxidable, de cemento, tinajas de barro, grandes barriles antiguos o por el contrario, barricas de madera relativamente nuevas que no son neutrales, sino que afectan al desarrollo del vino.

A pesar de lo que suele pensar la gente, cuanto más pequeña y más nueva sea la barrica, más se percibirán los sabores y aromas provenientes del roble. Existen dos tipos de madera para hacer barricas de vino: robles europeos y robles americanos. En Europa, las distintas especies de roble se agrupan en cuatro subgéneros, cuya distribución territorial se encuentra muy mezclada. En el continente americano y sobre todo en Estados Unidos, se cultiva una gran cantidad de especies de roble.

Los robles europeos más utilizados en la construcción de barricas son Quercus Petraea o Sessilis. Estos se cultivan en la zona central de Francia: Allier, Argonne, Borgoña, Centro, Nièvre y Vosgos, ya que prefiere los suelos más pobres, arenosos y es menos exigente en luminosidad. Otros muy utilizados son los Quercus Robur o Pedunculata, que se cultiva en la zona francesa de Limousin. Crece en suelos fértiles y requiere mucha iluminación.


Los robles americanos que se emplean en la fabricación de barricas son los blancos, ya que son muy poco porosos. Se cultivan en la zona este de los Estados Unidos, utilizándose casi todas las especies citadas antes pero especialmente el Quercus Alba debido a sus excelentes propiedades. No se suele hablar de cada especie si no más bien de su lugar de origen: Missouri, Ohio, Wisconsin, Iowa, Kentucky, Tennesse, etc.

Se han implementado algunos métodos más económicos para que el vino obtenga las propiedades de la madera de roble, como el empleo de virutas durante las fermentaciones, pero naturalmente, esto no da los mismos resultados que el envejecimiento en barrica.

En Altos del Enebro utilizamos barricas de roble Francés y un pequeño porcentaje de americano. Con las barricas conseguimos ensalzar la fuerza de las uvas, redondeamos los taninos gracias a la polimerización y conseguimos vinos con más volumen y potencia en la boca.

martes, 7 de julio de 2015

Nueva añada renovada de Tomás González



Ya hemos lanzado al mercado la nueva añada 2012 de Tomás González, el vino que hace homenaje al padre de Rodrigo González, el fundador de la bodega. Coincidiendo con la nueva añada, estrenamos etiqueta, una etiqueta más sobria y elegante, ya que a pesar de somos una bodega joven, Altos del Enebro es un proyecto a largo plazo y queríamos diseñar una etiqueta que perdurase en el tiempo, que no pasara de moda con los años.

La nueva añada de Tomás González es una expresión del Terruño donde se realiza, un terreno atípico al resto situado a más de 900 metros de altitud en el pueblo de Pardilla, en plena Ribera del Duero. El suelo es bajo en caliza y rico en sílice, lo cual potencia la presencia mineral en el vino.

Está elaborado con uvas 100% tinto fino de viñedos de 25 años de edad y está envejecido durante 12 meses en barricas de roble francés y americano. De capa alta, muy intenso, con fondo oscuro y ribete amoratado, en nariz aparece mucha intensidad en aromas a frutas roja entremezcladas con sutiles toque de monte bajo. Salen recuerdos de regaliz unidos a toques de cacao y los tomillos siempre están presentes.
 
En boca tiene una entrada potente, aterciopelada muy elegante de principio a fin. Sorprende la mineralidad y el volumen en la boca. Aparecen recuerdos de las moras entremezcladas con chocolate y sutiles toques balsámicos que recuerdan a los tomillos y el monte bajo que rodean al viñedo.

Altos del Enebro se constituyó en el año 2011. Comenzamos nuestra andadura con un equipo de gente joven, pero con una amplia experiencia a nuestras espaldas. A través de sus años de experiencia trabajando como enólogo en otras bodegas, tanto en España como en otros países, Rodrigo ha podido ir poco a poco seleccionando y adquiriendo viñedos de la Ribera del Duero. Nuestros vinos se caracterizan por  potenciar las características particulares de la localización de las viñas, como es el caso de Altos del Enebro, nuestro vino premium cuyo nombre rinde homenaje al enebro allí presente que se observa desde una gran parte de los viñedos de la zona.